El "mansplaining" como ejemplo cotidiano de discriminación

Aunque parezca mentira, a lo largo de mi corta carrera profesional he tenido que lidiar con la denominada "condescendencia masculina"; supongo que por el hecho de ser una profesional de género femenino, moderadamente joven, y que tengo por costumbre escuchar lo que otros tienen que decir, antes de hablar.

El origen del anglicismo mansplaining (proveniente de la conjunción de las palabras inglesas "man" y "explain") lo encontramos en la propia experiencia de la escritora Rebecca Solnit, quien relató como un hombre con el que coincidió en una fiesta trató de explicarle detenidamente el contenido de un libro muy interesante que había leído, y que resultó haber escrito la propia Solnit. Al parecer, otra amiga intentó indicarle al hombre, en varias ocasiones, que Solnit era la autora de dicho libro que él se empeñaba en explicar minuciosamente, pero estaba tan ensimismado en la lección que estaba dando, que no cedió en su intento.

La escritora detalló esta anécdota en un artículo publicado en el año 2008, realizando una crítica al hábito generalizado que tienen algunos hombres de explicar cosas a las mujeres de una manera condescendiente y paternalista, asumiendo el desconocimiento por parte del género femenino.

En mi opinión, en este comportamiento cotidiano se vislumbran los prejuicios que los hombres tienen hacia las mujeres, quienes las consideran menos preparadas o con menos conocimientos en una materia, generando este juicio previo sin fundamento alguno. Dicha situación se hace más palmaria cuando, además del género, se añade la diferencia de edad entre ambos interlocutores, siendo muy habitual encontrar situaciones de mansplaining en conversaciones entre hombres de mediana o avanzada edad con mujeres más jóvenes.

Nos encontramos ante un ejemplo de discriminación por error, basada en la apreciación errónea de la mujer por el hecho de asociarla con un menor nivel formativo o una menor formación profesional, la cual precisa de mayores explicaciones para poder entender un asunto o concepto.

Puede que la tradicional desigualdad en el ámbito profesional sea el origen de este tipo de comportamientos condescendientes y paternalistas, que asumen el desconocimiento, por parte del género femenino, de aspectos que excedan del cuidado de la familia o del hogar. 

Lo cierto es que el mansplaining merma la autoestima y la confianza de las mujeres y, correlativamente, incrementa una falsa seguridad y un exceso de confianza en los hombres, quienes se erigen como poseedores de la verdad de las cosas.

Pero yo lo tengo claro: para eliminarlo las mujeres debemos alzar la voz y no tener miedo a llamarnos expertas en el campo profesional en el nos hayamos especializado. Sólo así seremos escuchadas y se pondrá en valor el conocimiento y la experiencia que podemos aportar a la sociedad.